Poemas y Cuentos de María Eugenia Brito
Así
simplemente
Talladas en tu cabeza letra a letra
las palabras todas seguidas
sin espacios entremedio sin respiros
Como un huracán revolverán tu cabeza
los versos
y no podrás defenderte
De agua y cemento las estrofas
te construirán de nuevo por dentro y por fuera
serás un edificio de rimas y sonetos
y así te seguiré esculpiendo
Amenazante cruel persistente soy
y te provoco el deseo de seguirme leyendo
Éxodo
La mujer toda vestida de negro, camina
con el paso urgente de quien tiene el tiempo preciso para llegar a su destino,
o huye de lo que deja atrás. Nada en
ella denota cansancio, ni siquiera el sol de medio día le entorna los ojos. Yo
puedo mirarla con detención desde la ventanilla de mi auto, por eso me fijo en
las tapillas gastadas de sus zapatos, en el pelo tomado de cualquier forma con
un elástico y en la cartera demasiado pesada para su hombro derecho. Tiene la
mirada fija en las cuadras que le faltan para llegar a la avenida central. Imagino
que la expresión de tedio en sus labios no tiene que ver con la distancia, sino
con el hombre que la sigue, también vestido entero de negro, la mirada pegada
al suelo y un cigarrillo entre los dedos manchados de nicotina. Al menos, es él
quien lleva la maleta.
Ortega
Fue por pura coincidencia que se sentó frente a ella en ese carro del metro. Porque ella venía desde antes durmiendo, sin percatarse de la mosca que la sobrevolaba. Además, sólo él sabía de su propia aversión por esos bichos, y de la repulsión que le produjo verla dejar su vuelo y caminar por la impecable división de los pechos que emergían de la blusa blanca. Ese y no otro fue el motivo que lo indujo a hurguetear a dos manos adentro del escote de la bella durmiente.
Es injusto que lo condenen, porque el único testigo se voló.
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