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Mostrando entradas de septiembre, 2018

Cuento de Ronnie Ramírez

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Octavo piso, Av. Bulnes 123 El tiempo estaba nublado, pero hacía un poco de calor. Miró sus plantas del jardín y decidió regarlas. Con la manguera y en unos diez minutos bien reposados podía regar todas. Siempre, esto le producía mucho placer, sobre todo en la tarde cuando reinaba la mayor tranquilidad, se echaba en su hamaca y tenía una vista espléndida de la cordillera. No recordaba bien las circunstancias como poco a poco, se fue instalando, quedándose y haciendo de este cuadrilátero de cemento, esas pocas piezas, su casa, sin embargo, era suficiente para él, viudo, jubilado con hijos que venían a verlo cada vez menos, agobiados por sus familias y sus trabajos. Con su pensión de administrativo, empleado público, vivía sin grandes sobresaltos. No vamos a decir que llevaba la gran vida, pero como siempre había sido ahorrativo, frugal, casi espartano en sus costumbres, su modesta pensión le alcanzaba perfectamente. Además, su gran pasión la constituía esa huerta enan

Cuento de Elba Contreras Guzmán

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El fin               Todos comentaban en secreto; decían que había llegado el momento y yo era el único que se negaba a admitirlo. No comprendía qué era aquello que yo debía saber y por qué se referían a que este era el principio del fin. Sin embargo, y sin proponérmelo, inicié la caminata; primero por el sendero iluminado por el sol de la tarde que ya conocía y luego, solitario, por el largo y oscuro túnel que me conduciría hasta la profundidad. Al ingresar al socavón, detrás de mí, se coló el viento y el frio que helaron el recinto; entonces, creí percibir mis débiles y agitados latidos cardíacos que se negaban a desaparecer. El agua del interior resbalaba por las estalactitas que colgaban desde la altura, amenazándome con sus puntas filudas; y entre ellas se infiltraba una tenue claridad que alumbraba un altar rocoso, en cuya superficie reposaba una urna de ébano. De improviso una explosión rompió el silencio, y de la urna emergió una oruga gigante, semiplegada,

Poemas de ASTRID VILLOUTA SECO

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El pecho acurruca amor y consuelo mientras los cuerpos se desesperezan Un día más de amanecer juntos mar verde y tranquilo ya no hay guerra ni angustia y la pasión es una copa que bebemos a escondidas Semidormida repaso: los peces fueron menos y hubo rosas y espinas también lavadoras, cartas, mudanzas, cuentas por pagar Me gusta observar cómo estiramos el cuerpo y los últimos minutos del despertar Derretidos como el reloj de aquel pintor Cuando suene la alarma tendremos que correr atropelladamente La ciudad acelerada nos espera De cuando en vez hago poemas escurridizos que se me caen por la ventana de la memoria se resbalan del bolsillo gastado se deslizan fuera de mis sueños Y quedan perdidos sin dueño como sonámbulos apátridas flotando en el espacio cibernético Y yo también quedo perdida sin rastro ni memoria imposibilitada de narrarme devorada por la amnesia de mí misma Años perd

POEMAS DE VIRGINIA RAMOS POSECK

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Diluvio Los bosques yacen bajo el peso del pantano en los charcos del caos las raíces rasgaron los montes la luna pintó el color de las nubes con un pincel de hielo Las flechas de la selva temblaron en el viento el cielo calló en las ventanas del poblado en el quiosco de la plaza se apagó el brillo de faroles en los espejos del agua sobre las calles de piedra Virginia Ramos Poseck 2018.9.12 Traiguén, Araucanía Vértigo Un gajo de uvas en la bandeja de eros en la fiesta de la nada ostras abiertas circulares al fondo del mar remolinos de coral de la historia libada de un fotón invisible en una espiral de vacío idénticas la vida y la muerte pulverizadas en una nube de dígitos binarios Virginia Ramos Poseck Traiguén, Araucanía 2018.9.12  1 .Ñuque he Regresado Por tus caminos de troncos sumo tus números sin nombre leo al revés las páginas en tu alfabeto de abrazos Navego en tu balsa de raíces por mis huellas desnudas en los

Antologías de los años 90

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Poemas de Mireya Vargas Picón

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A propósito de barcos El molo de abrigo Será cosa de barcos O será cosa de pájaros, acampando encima de los muelles lanzados a un azul   que no decide la profundidad de la espuma. TRAGALUZ Sin el sabor de los nombres en blanco se escriben los diagramas en blanco tomas de una punta el tejedor hilo enlazas    desenredas    escarmenas todo se vuelve tragaluz. DESIERTO/gráficos Supe hoy, que las ballenas dormían en medio del desierto que estiraron su esqueleto en una longitud sin números que el hijo quedó acurrucado, sin aliento, acunado por los cantos de despedida del escurridizo mar Mireya Vargas Picón Nace en Santiago de Chile el 28 de enero de 1945. Estudia en el Liceo Manuel de Salas y luego Psicología en la Universidad de Chile. Ha trabajado como académica en la Universidad Central de Venezuela, de Chile y Central de Chile, y en el ejercicio clínico de la profesión. Se inicia en la poesía

Poemas de José Miguel González Gastellu

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SALVAJE En la hora de los hechizos soy tu salvaje el que te hace perder el sentido de las cosas En segundos succiono tu corazón y resbalo en el fresco tobogán enterrando la sed inquieta de mi mar y te muerdo con mi tormenta sacudiendo tinieblas para crear otras mejores Soy tu demonio favorito pervirtiéndote en la danza del rojo vivo el que realiza tu fantasía de mil y una noches hasta llenar de hermosas ojeras tu cansancio CAE Cae una hoja podrida Quebrándose en el barrial   de los deseos Uno dice que es la invasión del gusano con su terno de inocente Dos   el impacto del abono   mal repartido Tres el desfile terrible   de las hormigas Cuatro Uno   y Tres Cinco   ninguno de los anteriores Y pasan noches asemanadas cazando alguna trenza   por donde pasó Deducen que escapó de la lluvia Solo un ciego

Cuento de Emilio Contreras

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La enana Habían llegado a San Antonio hacía poco, tal vez rezagados de algún circo, pero a nadie le importaba. El hecho es que la pareja de enanos se instaló a presentar su show en el arrabal pecaminoso del puerto, justo al comienzo de la estrecha calle, puerta de entrada a los burdeles. En su espectáculo, la enana con falda colorida y blusa de organdí, bailaba cimbreándose al compás del tamboril del enano y cantando con voz gangosa una cantinela repetida mil veces: Olé Olé Olé Oléeee La gitana se fue Se fue para Quilpué A pesar de que por este callejón circulaban al anochecer procesiones de marineros y prostitutas, parecía que a nadie le interesaba presenciar el número de los enanos. Mientras pasaban, la enana observaba a las mujeres con cierta envidia; algunas iban casi desnudas, y otras, con vestidos llamativos, sonriendo felices. Estaba convencida de que esa ocupación les aseguraba poderío y bienestar y secretamente, admitía que si hubiese sido alta y be